
Cuando hablamos del viaje que el presidente del gobierno Jose Luis Rodríguez Zapatero, realizó a Estados Unidos, mentamos la existencia de una posible doctrina para su política exterior; la preeminencia de la ideología socialista y altermundista sobre el interés nacional español como guía. Esta doctrina que podríamos llamar la doctrina Zapatero, ha tratado de ser superada mediante un viaje al Próximo Oriente que corrigiese sus antiguos errores en la zona y, de la mano de Moratinos, presentarse como el mediador providencial que una zona que parece eternamente en conflicto necesita para alcanzar la ansiada paz.
Todos recordamos la famosa foto con el pañuelo palestino, que tantas ampollas levantó en un importante aliado y cliente –particularmente en venta de armas- como es Israel. Pagando el precio por aquel famoso “error diplomático”, el presidente del gobierno decidió ponerse la kipá –aunque algunos podríamos ver en ella un sambenito- como muestra de respeto al credo judío y comprometiéndose a combatir un antisemitismo, al que la izquierda en Europa no resulta excesivamente adversa.
Haciendo encaje de bolillos y tratando de darse relumbrón en una zona geográfica que puede dar lustre y que es susceptible de generar fotografías, pero en la que realmente poca cosa se le ha perdido a España; Zapatero viajó a Palestina y realizó una oferta de mediación, que nadie ha acabado aceptando, posiblemente por la poca confianza que un impredecible ZP les inspira ante tanto viraje radical en política exterior. El famoso viaje acabó en el Líbano, país donde España tiene concentrados unos 1.000 soldados –tantos como en Afganistán y con el correspondiente gasto añadido-, sin que el interés geopolítico del citado país para nuestra comunidad política esté tan claro.
En cualquier caso, la pregunta esencial que podría hacerse sobre este viaje es ¿Para que ha servido el viaje del presidente del gobierno a Próximo Oriente? ¿Ha conseguido alguno de los objetivos que se planteó, ha servido el gasto desembolsado para algo, aparte de para intentar mitigar las consecuencias de las ofensas del presidente a Israel o de darse propaganda con su típico discurso cosmopolita y hacerse la foto? La respuesta parece obvia.
Todos recordamos la famosa foto con el pañuelo palestino, que tantas ampollas levantó en un importante aliado y cliente –particularmente en venta de armas- como es Israel. Pagando el precio por aquel famoso “error diplomático”, el presidente del gobierno decidió ponerse la kipá –aunque algunos podríamos ver en ella un sambenito- como muestra de respeto al credo judío y comprometiéndose a combatir un antisemitismo, al que la izquierda en Europa no resulta excesivamente adversa.
Haciendo encaje de bolillos y tratando de darse relumbrón en una zona geográfica que puede dar lustre y que es susceptible de generar fotografías, pero en la que realmente poca cosa se le ha perdido a España; Zapatero viajó a Palestina y realizó una oferta de mediación, que nadie ha acabado aceptando, posiblemente por la poca confianza que un impredecible ZP les inspira ante tanto viraje radical en política exterior. El famoso viaje acabó en el Líbano, país donde España tiene concentrados unos 1.000 soldados –tantos como en Afganistán y con el correspondiente gasto añadido-, sin que el interés geopolítico del citado país para nuestra comunidad política esté tan claro.
En cualquier caso, la pregunta esencial que podría hacerse sobre este viaje es ¿Para que ha servido el viaje del presidente del gobierno a Próximo Oriente? ¿Ha conseguido alguno de los objetivos que se planteó, ha servido el gasto desembolsado para algo, aparte de para intentar mitigar las consecuencias de las ofensas del presidente a Israel o de darse propaganda con su típico discurso cosmopolita y hacerse la foto? La respuesta parece obvia.
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